R. Corletto, Agustín Magaldi - Pedro Noda

No se puede torcer al destino
como debil varilla de estaño.
Si al amor lo adormece un desprecio,
más tarde lo despierta terrible incendiario.

No pretendas mujer olvidarme,
ni borrar con champan el pasado.
Como marca indeleble yo vivo,
sujeto a tu vida, siguiendo tus pasos.

Vos pudiste cambiar el destino,
yo te amé con el alma y te amo.
Te entregué el corazón, lo rompiste,
tu tienes la culpa, mujer, si soy malo.

Y tendrás que dar culpa al Eterno
de mis pobles delirios de insano.
Tus acciones son noble reflejo
de toda mi vida, de todos mis actos.

Cuando veo una flor, si es hermosa,
con tus dotes, mi bien, la comparo.
Si ella es blanca bendigo tu carne
y si es roja la creo robada a tus labios.

En la estatua, en la flor, en el verso,
en el día, en la noche, en los astros,
dondequiera que existe hermosura,
encuentro algo tuyo que creo sagrado.

Yo te tengo en mis sueños febriles,
si despierto te veo a mi lado.
Te acaricio, te nombro, te busco,
te muerdo, te abrazo, te beso y te llamo.

Ahi está, no la ven, yo la veo,
ella me llama, yo voy y no la hallo,
la maldita me miento, me engaña.
Perdón si estoy loco, perdón no se que hago.

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