Joaquín Sabina Princesa/Barbi Superestar/Calle Melancolía Lyrics

Entre la cirrosis
y la sobredosis
andas siempre, muñeca.
Con tu sucia camisa
y, en lugar de sonrisa,
una especie de mueca.

¿Cómo no imaginarte,
cómo no recordarte
hace apenas dos años?
Cuando eras la princesa
de la boca de fresa,
cuando tenías aún esa
forma de hacerme daño.

Ahora es demasiado tarde, princesa.
Búscate otro perro que te ladre, princesa.

Maldito sea el gurú
que levantó entre tú
y yo un silencio oscuro,
del que ya sólo sales
para decirme, "vale,
dame cuarenta duros".

Ya no te tengo miedo
nena, pero no puedo
seguirte en tu viaje.
Cúantas veces hubiera
dado la vida entera
por que tú me pidieras
llevarte el equipaje.
Pero ahora...

Pero ahora es demasiado tarde, princesa.
Búscate otro perro que te ladre, princesa.
¿No ves que ahora es demasiado tarde, princesa?
Búscate otro perro que te ladre, princesa.

Tenía los pies diminutos
y unos ojos color verde marihuana.
A los catorce fue la reina del instituto,
el curso que repetí.
Las del octavo derecha comentaron "otra que sale rana",
cuando, en "Crónicas Marcianas",
la vieron haciendo streap-tease.

En sus quimeras de Porcelanosa
conquistaba a Al Pacino,
los del Atleti no éramos gran cosa
para su merced,
si la chiquita de Mariquita Pérez
tuviera un buen padrino,
los productores que saben de mujeres
le darían un papel.

Pezón de fresa, lengua de caramelo,
corazón de bromuro,
supervedette, puta de lujo, modelo,
estrella de culebrón:
había futuro en las pupilas hambrientas
de los hombres maduros.
Enamorarse un poco más de la cuenta
era una mala inversión.

Debutó de fulana de tal
en un vil melodrama,
con sus veinte minutos de fama
retiró a su mamá,
el guión le exigía cada vez
más escenas de cama,
por Vallecas ya nadie la llama
Barbi Superestar.
Barbi Superestar.

Al infierno se va por atajos,
jeringas, recetas.
Ayer, hecha un pingajo,
me dijo, en el "tigre" de un bar:
"¿Dónde está aquel rocanrol que me hiciste
cuando eras poeta?"
"Terminaba tan triste
que nunca lo pude empezar".

Por esos labios, que sabían a puchero
de pensiones inmundas,
habría matado yo, que, cuando me muero,
ya nunca es por amor.
Se masticaba en los billares que el Atleti
había bajado a segunda,
por la M-30 derrapaba el caballo
de la desilusión.

Debutó de fulana de tal
en un vil melodrama,
con sus veinte minutos de fama
retiró a su mamá,
el guión le exigía cada vez más
escenas de cama,
por Vallecas todavía la llaman
Barbi Superestar.
Barbi Superestar.

Vivo en el número siete,
Calle Melancolía,
quiero mudarme hace años
al barrio de la alegría,
pero siempre que lo intento
ha salido ya el tranvía.

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